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La suerte sonríe a Vigo en los años que terminan en "0"

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Los amantes de la simbología, aficionados a la astrología, expertos en numerología y demás psicociencias, tienen la oportunidad de lucirse analizando la influencia que ejercen sobre Vigo los años que terminan en "0". La experiencia demuestra que le sonríe la suerte cuando el calendario señala esas fechas. Por poner dos ejemplos: en 1810, a Vigo le otorgan el título de ciudad y en 1940 se convierte en la segunda urbe más importante del Norte Noroeste, tras Bilbao, al absorber el Ayuntamiento de Lavadores.
Volvemos a vivir un año "0". ¿Qué le depara a Vigo el 2010? De seguir la pauta el balance a 31 de diciembre será positivo, por encima de los despojos que deje la crisis.
Habrá quien interprete que no cabe esperar más tras la fusión de las Caixas gallegas, con final feliz para Vigo, que se consolida como ciudad financiera de Galicia. Aunque en los últimos lustros haya sufrido un adelgazamiento financiero, no siempre fue así, ya que en el pasado contó con entidades que otorgaban esa impronta. En 1900 -año "0"-, se funda el Banco de Vigo, que financia el abstecimiento de aguas y el tranvía y contribuye al despegue industrial de la ciudad. En Vigo tenían sede social la Banca Viñas Aranda, cuyo último edificio, del año 1942, es obra de Palacios, el Banco Simeón y el Banco Jáudenes y Bárcena. Y ya existía la Caja, aunque funcionaba como una modesta entidad de ahorros y Monte de Piedad. Por cierto, cuando el alcalde de Vigo, Manuel Bárcena, propuso la creación de una Caja Municipal de Ahorros bajo el patrocinio del ayuntamiento, ¿imaginan qué año era? Corría el mes de enero de 1880, y la propuesta se materializa en septiembre. Su constitución es un acierto, ya que el desarrollo de la Caixa irá acompasado al de la ciudad. Puede decirse, sin temor a error, que existe una simbiosis entre el desarrollo de la ciudad y de su Caixa. De ahí la trascendencia que tiene no haber perdido en la fusión la condición de ciudad financiera, que en los últimos años mantenía en solitario Caixanova, tras la absorción del Banco Simeón por la Caixa Geral de Depósitos.
Pero habrá quien considere que no basta lo alcanzado para justificar un año "0" en Vigo, cuando en el pasado ese guarismo ha dado suerte. Veamos algunos ejemplos:
En 1860, el Ayuntamiento de Vigo solicita a la reina Isabel II la demolición de las murallas de la ciudad, que propiciará la gran expansión urbana, por dolorosa que resultara su pérdida para los amantes de las ciudades monumentales.
Tres décadas más tarde, en 1890 -año para el análisis de los sociólogos-, Vigo hace alarde de su potente sociedad civil y su dinamismo social. En marzo, los industriales conserveros reclaman al Gobierno permiso para importar libremente la hojalata para la fabricación de los envases y el pueblo sale a la calle en una de las mayores manifestaciones del siglo. Dos meses más tarde, entre los días 18 y 22 de mayo, más de un millar de trabajadores se manifiestan por las calles de Vigo para reclamar la jornada de 8 horas. Es una muestra del pragmatismo vigués que apoya a los empresarios que ofrecen trabajo y bienestar y defiende los derechos de los obreros que son la garantía del buen funcionamiento empresarial.
La década siguiente, 1910, trae bajo el brazo el primer proyecto de la Gran Vía, coincidiendo con la apertura de la homónima madrileña, de la que toma el nombre y ahora celebra el centenario. La viguesa será una de las principales arterias urbanas, aunque la edificación que la circunda no tenga, en general, la prestancia de la matritense.
¡Hasta el Celta! La única vez que fue líder, ya avanzada la Liga, cayó en un año "0", de modo que el 21 de febrero de 1950, la afición salió a la calle para tributar un entusiasta recibimiento al equipo, que comandaba la clasificación de primera. En este año se inaugura el Aeropuerto de Peinador, aunque tardará cuatro en abrirse al tráfico comercial.
Pero son los años de 1810 y 1940 los que dejan el legado, aunque intangible, más valioso: el título de ciudad y la unión con Lavadores, que conforma el Vigo moderno. Dos efemérides que en este 2010 no deben pasar inadvertidas y merecen atención. Vigo gana a pulso el título de ciudad, con una acción bélica - quienes lean "El asedio", la novela de Pérez Reverte, pueden formarse una idea de aquélla gesta de nuestros antepasados-, que era el certificado acreditativo para elevarse al rango de ciudad. Aún siendo Vigo un pueblo emergente, sus características de industrial y pesquero, no eran elementos de prestigio para lucir el título que ya ostentaban dos ciudades seculares de la provincia: Tui y Pontevedra. Fueron los vigueses y sus limítrofes los que al convertir a Vigo en la primera población liberada de España, el 28 de marzo de 1809, ganaron los blasones de ciudad. El premio llegó en 1810.
Pero para el Vigo moderno, el logro de mayores dimensiones se produce el 23 de diciembre de 1940, con la incorporación del concello de Lavadores. Vigo acumula un censo que pasa de los 140.000 habitantes, que convierte a la ciudad, después de Bilbao, en la más importante del Norte Noroeste de España.
No hace todavía cuatro lustros se creaban dos nuevos concellos en Galicia, uno el de A Illa de Arousa. Era un tiempo en que se primaba la diferencia sobre la racionalidad. Ahora empieza a debatirse sobre la necesidad de concentrar los concellos para racionalizar la convivencia, mejorar los servicios, abaratar costes y ordenar el territorio urbano. Vigo se adelantó a este planteamiento hace setenta años. Era una época en que se valoraba el interés común sobre las peculiaridades territoriales. Y quienes propulsaron la unión, dieron en la diana. ¿Cabe imaginar hoy a Bouzas y Lavadores como concellos diferenciados de Vigo? ¿Cuántos inconvenientes generaría la división a la convivencia de los ciudadanos?
Vivimos un año "0". Un guarismo que la experiencia demuestra que es el mejor que el calendario depara a Vigo. Por tanto, es un año de aniversarios, cuya celebración brinda dos oportunidades: una de reafirmación y otra de reparación. En el segundo supuesto, es una magnífica ocasión para que el Ayuntamiento conmemore con los vecinos de Lavadores, Calvario y Teis el setenta cumpleaños de su adhesión a Vigo, y repare las frustraciones que hayan sufrido estos grandes barrios, porque no se han colmado sus aspiraciones y han dado pie a los vecinos a pensar que si fueran independientes les habría ido mejor.
En lo que atañe al bicentenario, el aniversario es la oportunidad para reafirmar la autoestima de Vigo como ciudad, como un concepto sólido, como pacto, irrenunciable, que aún espera una gran celebración, cual se merece esta efeméride de tanto relieve, y que el pragmatismo vigués quizá no haya valorado en toda su dimensión.
Y como postdata a quien corresponda: para evitar olvidos, que se tome nota de las celebraciones matritenses del centenario de la Gran Vía para cuando toque a Vigo.

Ceferino de Blas

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