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La Divinidad en tres.

Published by Buscador under on 14:02

por Alejandro Roque González.


Yo hablé, y le llamé, y le traje; por tanto será prosperado su camino. Allegaos a mí, oíd esto; desde el principio no hablé en escondido; desde que la cosa se hizo, estuve allí: y ahora el Señor Yahweh me envió, y su espíritu…Oídme islas, y escuchad, pueblos lejanos: Yahweh me llamó desde el vientre; desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria…Ahora pues, dice Yahweh, el que me formó desde el vientre por su siervo, para que convierta a él a Jacob…Y dijo: Poco es que tú me seas siervo para levantar las tribus de Jacob…también te dí por luz a las gentes, para que seas mi salud hasta lo postrero de la tierra…al menospreciado de alma, al abominado de las gentes, al siervo de los tiranos: Verán reyes y levantaránse príncipes…porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió…Para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas: Manifestaos”.
(Isaías 48:15-16; 49:1, 5-9)

El propio Cristo Jesús, Verbo de Dios (Jn 1:1,14) nos habla aquí (v.16) de las tres personas divinas: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Cada uno un ser separado, con vida propia (Jn 5:26), y una misión que cumplir (Jn 16:7-15).

Todos juntos con cualidades que lo hacen ser parte de la suprema divinidad: Omnisciencia, Omnipresencia, y Omnipotencia (Apoc 1:8). Primeramente nos habla de su ministerio público a ocurrir 700 años adelante (v.15-16), y después se remonta hasta el final de los tiempos (v.5-9) cuando los convertidos de Israel (Rom 11:25-27) y los cristianos de todo el mundo (Apoc 15:2-4) se unan y funden un solo pueblo de Dios.

En el v.7 nos habla de él como el menospreciado de este mundo, el abominado de las gentes, el siervo de los tiranos. Dio su vida honorable y mansamente: “El Señor Yahweh me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me torné atrás. Dí mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban el cabello: no escondí mi rostro de las injurias y esputos” (Is 50:5-6).

El cumplimiento al dedillo lo vemos desde el mismo momento—siglos después—cuando fue crucificado; donde tanto él como sus discípulos cristianos han sido catalogados de fanáticos, tontos, locos, menospreciados y castigados. Fue objeto de mofa, burla, escarnio, heridas, esputos, golpes y puñetazos, cargando con el pecado de toda la humanidad. ¡Pero ay de aquel dia! Se lamentarán, aunque ya tarde, cuando lo vean venir en todo su esplendor y gloria (Apoc 1:7); porque “He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y estáis cercados de centella que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados” (Is 50:11).

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