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"La peor experiencia de la vida puede ser la mejor"

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Eso postula este sicoastrólogo sobre Chile. Y observando los cielos, advierte que una conjunción
planetaria idéntica a la que hubo en el país en 1973 está afectándolo hoy. Aquí analiza los nuevos
sucesos, más allá de lo telúrico, en un instante en que lo femenino tiene su misión precisa, dice.


Imposible darle a este precursor de la sicología astrológica en Chile un tema para examinar que lo apasione más que el escenario que hoy tenemos en el país. Tanto, que a mitad de la conversación Gonzalo Pérez comenta sonriendo: “¡Qué lindo lo que estamos hablando!”. Y añade: “Hay que pensar que la peor experiencia de la vida puede ser la mejor”, mientras reflexiona sobre lo transcurrido en las últimas semanas, que no es poco: traspaso del mando político de un conglomerado ideológico a otro; cambio del primer gobierno liderado por una mujer a un hombre nuevamente; modificaciones mayores en la vida de decenas de personas que deben emprender nuevos rumbos laborales producto del cambio de gobierno y, finalmente, el mayor remezón que nuestra tierra haya conocido en su geografía, que obliga a un porcentaje inmenso de la población a un ´volver a empezar´ en su vida.

–Parece provocación de los astros lo que está pasando a este país. No hay duda de que es tiempo de cambios. ¿Qué energías se mueven astrológicamente?

–Quiero comenzar con esta precisión: no es que estemos en una época de cambios, sino en un cambio de época. Es mucho más decisiva, definitiva, profunda la transformación. Es planetaria, de la humanidad entera, pero por motivos maravillosamente misteriosos pareciera estar activada de manera extraordinaria en nuestra dulce patria.

–¿En qué se expresa este cambio de era para Chile?

–En una vertiginosa transformación evolutiva que tiene a moros y cristianos en estado de perplejidad y desorientación frente a circunstancias cada vez más nuevas, impredecibles y favorables. Las viejas emociones de desconfianza, egoísmo y división siguen poseyéndonos, pero se van desactivando frente a la necesidad de asumir los inéditos escenarios que se presentan con fe, unidad y aceptación. ¿Cómo hemos llegado a ser un país que el mundo entero considera un modelo de paz, prosperidad y futuro esplendor, cuando nos vemos a nosotros mismos más bien de una manera opuesta? Quizás lo único que hace falta es que nos demos cuenta...

–¿Cómo se muestra eso en los astros?

–La tradición de conocimiento de Occidente sabe del así llamado año platónico: un ciclo perfecto de 26 mil años, relacionado con la precisión de los equinoccios, que depende del eje de la Tierra y su alineación. Algo muy interesante para los chilenos, pues éste acaba de cambiar en 8 centímetros gracias a nuestro terremoto. Este año se divide en 12 meses, cada uno de 2 mil años. Estas son las famosas eras de la humanidad, cada una conectada con alguno de los 12 arquetipos del zodíaco. Ahora estamos terminando uno de estos meses, es el fin de una de estas eras. Los mayas profetizaron que el 2012 era el momento exacto del fin de esta era y el comienzo de otra. Pero la comprensión de estas cosas no pasa por ese fin de mundo anunciado en las películas, gracias a un cataclismo que destruirá las ciudades y la existencia humana: tiene que ver con el fin de las certezas, con el desplomarse del sentido completo del vivir para descubrir uno nuevo. Y en eso estamos.

–A la luz de los hechos, pareciera que acá, más allá de la caída de viejos paradigmas, también deben caer los edificios y que las ciudades deben fracturarse.

–Yo soy sicólogo y mi ámbito de investigación es la experiencia individual, y desde ahí extrapolo a lo colectivo. Y en la experiencia individual de todos nosotros es evidente que hay una parte de nuestra evolución y crecer en sabiduría que proviene de las catástrofes de nuestra vida: la mitad de lo que yo he aprendido es porque tengo ganas de aprender, pero la otra mitad decisiva de lo que aprendí fue gracias a cosas que han sucedido contra mi voluntad, dolorosas y terribles, pero didácticas en extremo.

Es lo que plantea este terapeuta que ha incursionado profundamente en el estudio de la astrología –la sicología de la antigüedad, le llama él– en busca de respuestas a aquello que la sicología no podía contestarle, pero siempre ahondando en la consistencia científica. Porque nada más lejano a Gonzalo Pérez que las predicciones y los horóscopos. Él sencillamente no está para eso. “Todo mi trabajo profesional tiene un único e inamovible objetivo: ser útil a la sanación y desarrollo interior de las personas (…). Quienes me piden su carta astral saben lo que quieren: profundizar en el conocimiento de sí mismas para abrir mejor paso a su felicidad. Si no hubiera comprobado mil veces el valor terapéutico y evolutivo del conocimiento de la carta astral, no la haría”, ha dicho.

Esto lo llevó a experimentar desde su consulta también otros caminos como la interpretación de sueños, además de realizar sicoterapia. A finales de 2008 publicó su libro Un Espejo Cósmico (Editorial Catalonia), donde interpreta el simbolismo de los arquetipos astrológicos para comprenderlos en la propia vida, pero además es un manual de autodesarrollo. Ahora prepara su nueva obra, El Único Viaje ¿Dónde Estamos?, ¿Hacia Dónde Vamos?, que se refiere al gran cambio de época que estamos experimentando.
Lo bueno de lo malo

–En la experiencia política del país, ¿cómo se expresa la actual conjunción planetaria?

–Hasta el 26 de febrero estábamos viviendo lo malo de lo bueno, es decir, los costos que comienzan a pagar las sociedades que llegan a grados de prosperidad y paz. ¿Cuáles son? Superficialidad, narcisismo, frivolidad, consumismo. Chile estaba insoportable, todos peleados con todos, egoísmo rampante y un escepticismo frente a todo lo esencial de la vida humana. En la política era evidente la odiosidad en forma de descalificación permanente y de incomunicación entre las partes. Y ahora viene lo bueno de lo malo: llega el 27 de febrero con la catástrofe, trayéndonos destrucción, estupor, dolor y muerte, pero despertándonos de ese ensueño de país complaciente y autoindulgente a esta maravilla que es la solidaridad, la unidad, la conciencia de qué es lo que verdaderamente importa en la vida. De un solo remezón todos nos acordamos de los valores esenciales, la fraternidad, la necesidad de cuidar a los vulnerables y de que la única posibilidad de hacerlo es juntos. La Teletón que se hizo es la experiencia ritual en la cual los supuestos enemigos políticos desaparecen y quedamos en evidencia como chilenos con un solo bien posible, el bien común.

–¿Lo bueno y lo malo son dos caras de la energía?

–Todas las grandes transformaciones sociales comienzan con tremendas y dolorosas crisis, de inmenso sacrificio, del milagro alemán al caso de China o el de Japón. El dolor y el terror colectivos también pueden despertar la nobleza y la creatividad de los pueblos. El imperativo de supervivencia es, naturalmente, el más poderoso motor de la acción humana.

–En lo político, más allá del terremoto, ya había signos muy fuertes de cambio. Desde una energía femenina que se iba del gobierno a una masculina que regresaba a asumir el poder. ¿Cómo interpretas esto?

–Michelle Bachelet fue elegida contra viento y marea. No era la candidata de la Concertación, sino la de la gente de Chile, porque las encuestas la hicieron Presidenta, no los partidos. A ella nadie nunca la vio como infalible, ni siquiera como autoridad sino como representante, con un liderazgo horizontal, no jerárquico. Por eso su arquetipo no es el de la madre, que es omnipotente, sino el de la hermana. Baste pensar en el Presidente anterior, Ricardo Lagos, que sí correspondía al arquetipo del padre, desplegando una inmensa autoridad. Estamos hablando de una tradición simbólica en la cual el alma tiene un reparto de personajes arquetípicos universales: existe el arquetipo de la madre, el del padre, el hijo, el viejo sabio, la hermana, el hermano, etcétera.

–¿Arquetípicamente qué representa Piñera?

–Que Chile haya elegido a nuestro Presidente actual tiene que ver con una fantasía regresiva, porque él corresponde al arquetipo del héroe. Pareciera que al menos la mitad de Chile todavía siente la necesidad de seguir siendo niños y dejar que alguien se haga cargo. Su arquetipo simboliza al que rescata y viene a salvar, que siente que posee la verdad, que pone orden en medio de la desorientación y la adversidad. Pero en el inicio exacto de esta misión recibe un cataclismo inmenso, inédito, incluso con réplicas amenazantes en el instante mismo del cambio de mando, lo que tiene su simbolismo.
El inquietante rugido del tigre

–¿Qué vendría a decir ese simbolismo?

–La hecatombe hace que la agenda que trae Piñera, que es ideológica basada en percepciones y creencias, le toca guardársela para dar paso a la agenda de la naturaleza. Porque todos sabemos que los proyectos previos del nuevo gobierno dan exactamente lo mismo hoy, porque la urgencia la está dando la tierra misma…

–¿Y en qué señales claras dadas por los astros se sustenta todo esto que planteas?

–Esto se sustenta totalmente (risas). Estamos en un par de años de intensa tensión de las configuraciones planetarias del sistema solar: Saturno y Plutón están en una relación tensa que no teníamos desde 2000 y 2001, ya sabemos qué ocurrió entonces: la caída de las Torres Gemelas y el cambio mundial que trajo ese hecho. Dentro de la geometría sagrada de los ciclos de los planetas, que son perfectos y predecibles geométricamente, las relaciones en ciertos momentos se ponen tensas, energéticamente tirantes, y la Tierra se ve envuelta, alineada con una tensión. La configuración planetaria actual estuvo presente en el inicio de las dos guerras mundiales del siglo pasado también. Nadie está postulando que porque los planetas se ponen así sucedan las cosas, ni que sean los planetas los que causan los eventos, sino que simplemente los que estudiamos esto hemos comprobado que cada cierto tiempo los ciclos planetarios vuelven a configurar alineaciones extraordinarias que siempre coinciden con momentos extraordinarios o complejos de la historia de la humanidad.

–¿Cómo así?

–La investigación histórica ha comprobado un coincidir abrumador de esta alineación Tierra, Saturno y Plutón en tensa geometría con el desatarse de las mayores crisis de la humanidad, como por ejemplo la Gran Depresión de los 30, la Primera y la Segunda Guerra Mundial, o la caída de las Torres Gemelas el 2001, fecha de la última alineación. La actual coincide con la crisis financiera internacional del 2009, el mayoritario descontento e impasse político de casi todos los países, y el gran salto chileno.

–¿Y qué sucede con Chile, concretamente, en relación a esas energías tensas?

–Resulta muy impresionante revisar las alineaciones planetarias de este momento de tan tajante cambio social, y descubrir el eje evolutivo de Chile: muy significativamente, este año se repite una alineación astral relacionada con Chile idéntica a la de 1973. Es decir, el cosmos anuncia drástica transformación para Chile: En la carta astral de Chile, Saturno se conecta con los nodos de la Luna, indicando la necesidad evolutiva, pero Saturno desafía esa necesidad de crecer, activando todos los obstáculos. De ahí la fuerza destructiva de lo que nos ocurre. Por supuesto que Chile en todas estas décadas ha madurado y crecido en sabiduría, los enemigos a muerte de entonces ya no lo son, simplemente discutimos, discrepamos, ya no nos mandamos matar como entonces.

–Enfrentar ese desafío energético no es broma.

–A comienzos de enero di una conferencia sobre las perspectivas astrológicas de 2010 y la llamé El Inquietante Rugido del Tigre, aprovechando que es el año chino del tigre. Me interesaba saber astrológicamente por qué los elásticos colectivos estaban tirantes, ya al límite de la ruptura.

–¿Y te preguntabas por dónde iba a ser la ruptura?

–Ya había sido la elección presidencial y naturalmente la interpretaba por ahí. El problema con la predicción es que no nos alcanza la imaginación para concebir las maneras increíbles que tiene la realidad de hacer las cosas (risas). Siempre la sobrepasa (más risas): vino luego el terremoto.

–Pareciera que la llamada de la Tierra para muchos es a volver a empezar. Desde los que en estos 20 años han estado en el servicio público a los que ocuparán ahora esos puestos, o aquellos a los que se les cayeron las casas o se les destruyeron sus fuentes de trabajo.

–Para los compatriotas que están sufriendo agudamente estos costos, la recomendación es evidente: dejar el pasado atrás, confiar en la siempre reiterada generosidad de la vida, recordar que perder algo es siempre requisito previo a la realización de un sueño.

–¿Y qué dicen los cielos a las mujeres chilenas acerca del rol que les corresponderá en este momento?

–El rol de las mujeres crece exponencialmente en este cambio de era, porque en el planeta vivimos el retorno de lo femenino, una revaloración de todo lo olvidado por milenios en nuestra civilización desequilibrada en su obsesión masculina. La película más vista de todos los tiempos, Avatar, describe este reencuentro con belleza y profundidad insólitas. ¿Qué es lo femenino que retorna y atrae? ¿Cuáles son sus valores? La naturaleza y lo natural, el alma, el misterio, el sentimiento, la inteligencia emocional, el compartir, la igualdad y la intimidad, los vínculos, el amor, la vida misma, aquí y ahora... Para las mujeres chilenas, el mensaje cósmico es evidente: llegó la hora de creer al corazón, de erguirse con plenos poderes en la confianza en que la vida siempre, infaliblemente, está de nuestra parte. La mente, a cada cambio, vuelve a creer que no hay salida. Pero la vida, sin falta, nos sorprende de nuevo con una salida inesperada y bendita. Si queremos su infinita generosidad, hay un solo requisito: dar primero.

Pía Rajevic

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