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La bicicleta como fuente de salud, por José Antonio VERA

Published by Buscador under on 14:20

Ahora hay en Europa una fiebre por la bicicleta que sorprende a los chinos. Durante décadas, los súbditos de Mao se vieron obligados a desplazarse en bici, y en cuanto han ido pudiendo desprenderse de este medio de transporte lo han hecho, pues está asociado a la pobreza. Afortunadamente en Europa las cosas han cambiado tanto que ir en bicicleta se ha puesto de moda.

David Cameron, líder de los conservadores británicos, va con frecuencia en bicicleta al Parlamento y cientos de ciudadanos hacen lo mismo en Londres o Bruselas. No digamos nada de las ciudades holandesas.

A veces se ven más bicis que coches. Las llevan los estudiantes y muchas mujeres y hombres para ir a la compra, y decenas de ejecutivos para desplazarse al trabajo. Tienen una triple ventaja: no contaminan, permiten hacer ejercicio y son muy económicas. La fiebre de la bici es ya una realidad que se extiende por todo el continente. En Barcelona tiene gran éxito el «bicing», un sistema de alquiler de bicicletas que disfrutan igual en Sevilla y Zaragoza, y se va a implantar en Londres y otras ciudades.

Numerosos ayuntamientos hacen cada vez más esfuerzos por ampliar la red de carriles bici, las «autopistas para ciclistas», así como el número de aparcamientos y otras medidas que favorezcan su uso. La bicicleta es buena para la economía y para el medio ambiente. John F Kennedy decía que «no hay nada comparable al placer de montar en bicicleta».

Ahora habría que añadir, además, que la bicicleta es fuente de salud, pues es uno de los más completos deportes después de la natación. Los expertos en la materia resumen sus virtudes:
Mejora el tono muscular. Si se realizan salidas largas y a un ritmo algo superior al de paseo se consigue un músculo que, sin aumentar de volumen, será capaz de aguantar esfuerzos prolongados.


Retrasa la aparición artrosis. Entre los aficionados al ciclismo no hay esguinces ni lesiones articulares ya que en la práctica de este deporte no se producen rotaciones, torsiones, golpes, etc. y además se refuerzan los ligamentos y los tendones.


Disminuye la presión arterial. El esfuerzo continuado hace que la tensión ascienda con el pulso hasta que se estabiliza. Al repetir ese esfuerzo hace que luego, en la vida cotidiana, se observe una tensión menor que en las personas que no lo realizan.
Aumenta la capacidad pulmonar. Una persona en reposo necesita unos 9 litros por minuto de oxígeno y un ciclista durante el ejercicio consume por termino medio 80 litros por minuto. Nuestros pulmones se acostumbran a trabajar y cuando estamos realizando una vida normal no hace falta realizar ningún esfuerzo para suministrarnos todo el oxígeno que precisamos.


Aumenta la potencia del corazón. Al mover rítmicamente las piernas, los músculos demandan más oxígeno y, el corazón necesita bombear más sangre para llevar más oxígeno. Este ejercicio hace que el músculo gane en potencia y resistencia. En la vida cotidiana el corazón necesitará trabajar menos para llevar el oxígeno necesario, lo que disminuye el riesgo de padecer enfermedades coronarias.


Equilibra el peso. Con el ejercicio eliminamos grasas y con el sudor toxinas. No es necesario, al contrario de lo que pensamos, realizar un gran esfuerzo para adelgazar ya que con un ritmo algo superior al de paseo está probado que los efectos sobre la pérdida de grasa son mucho mayores. Por algo denominan a la bicicleta «la máquina de adelgazar».


Además, disminuye los problemas de columna, mejora las articulaciones y favorece la lucha contra la osteoporosis. Esta riqueza de bondades tiene el inconveniente de que el sillín aplasta el perineo, es decir la unión entre el ano y los genitales, una zona muy sensible tanto en el hombre como la mujer. Por eso es importante regular el tiempo que pasamos en la bici.

Más de una hora montado conlleva muchas molestias. En los hombres puede causar adormecimiento del pene, entre otras afecciones menos banales, y en las mujeres vulvitis. Ahora hay bicicletas de diseño ergonómico de sillín que no afectan perineo. Hace poco se obtuvo uno que sólo permite que se apoyen los isquiones, que son los huesecillos de la base del coxis. Aunque quizás la clave esté en no cometer excesos.

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