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EL EKEKO Biografía de un ídolo añejo

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Mucho antes de que Colón descubriese América. Antes, in- cluso, de que los incas paseasen por lo que hoy es territorio de Bolivia, existió un personaje venerado por la población de Tiwanaku: el Iqiqu, conocido hoy en día como Ekeko.

Este ser antiguo, tras su apariencia bonachona y su bigotito criollo, reivindica su nacimiento como un símbolo boliviano. Hoy, el día de su fiesta, vuelve a brillar y entre ritos nos cuenta una historia secreta: su extensa vida.

Más viejo que Matusalén

Un antiguo mito andino cuenta que cuando el Señor del Mundo Huyuast’a, conocido como Huyustus, regía la Tierra en la época del primer Pacha, surgió el Iqiqu, un ser destinado a ser el guardián de los seres animados y de la naturaleza misma. “Al Iqiqu se lo ha identificado con Tunupa, el señor del Rayo. Físicamente, se entiende que el rayo es energía y el ser humano tiene base de energía. Nuestros antepasados lo sabían y por eso hablaban con los elementos”, explica el antropólogo e historiador Jorge Laruta.

De las investigaciones del antropólogo pionero Carlos Ponce se deduce que la deidad prehispánica Tunupa o Tonopa, a quien también se le llama Ekeko, se remontaría al período clásico de la cultura Tiwanaku (200 aC – 700 dC) y habría ejercido dominio sobre el “fuego del cielo”.

La historiadora Teresa Gisbert escribió: “Tunupa era un antiguo dios del rayo, la lluvia y las estaciones geotónicas como los volcanes. En lugares como Calcha, Carabuco, la región del lago Titicaca y el altiplano orureño, donde aparece el mito Tunupa; curiosamente hay tradiciones relacionadas con los fenómenos descritos y un volcán de la última región citada lleva su nombre”.

Antes de que los incas se apropiasen del Iqiqu, éste era una illa (amuleto-representación con propiedades místicas) de la fertilidad. Y como tal, se le veneraba en el ciclo agrícola comprendido entre noviembre y febrero. “Justo a la mitad, se encuentra el 21 de diciembre, que es el solsticio de verano, y fecha en la que se le rendía culto”, dice Laruta.

Las leyendas populares le dan un origen “más humano” a este Ekeko. “Era un consejero del Inca —indica Édgar Arandia, antropólogo y director del Museo Nacional de Arte— y le informaba de todo lo que sucedía a su alrededor. Pero como muchas otras figuras administrativas desapareció y entonces fue cuando vivió el proceso de divinización”.

La colonia trató de extirpar la imagen del Iqiqu, como de todas las deidades andinas, considerándola hereje. El antropólogo David Mendoza expresa que, sin embargo, el Ekeko nunca fue un demonio, aunque varias organizaciones religiosas, aún hoy, así lo consideran. “Tal vez sea porque desde la perspectiva occidental no es una imagen agradable, con su pronunciada giba, y su miembro erecto. Es un ídolo, un amuleto de fertilidad. No se le puede considerar tampoco un dios; en realidad es una illa de energía”, comenta.

La Ekeka desconocida

Varios especialistas coinciden en que el Ekeko se complementaba con una versión femenina. La Ekeka o Iqiqa era similar al Iqiqu, un ícono de la fertilidad que se representaba exagerando los atributos de la Pachamama (Madre Tierra). “No existen muchas referencias a esta Ekeka en las crónicas. Sólo el historiador aymara Germán Choquehuanca se centró en relatar y escribir acerca de la versión masculina”, desvela el antropólogo Milton Eyzaguirre.

El propio Choquehuanca escribió sobre la pareja de illas: “Hoy, en las ferias de las miniaturas —conocidas como feria de los deseos—reverencian al Ekeko cual deidad andina y urbana; pero su verdadero nacimiento fue como una illa: un jaqi illa de la fertilidad humana. Y como todo es par en los andes, le acompañaba la Warmi Iqiqa (Mujer Ekeka). Ambos eran transportados en las chuspas de los aymaras hacia Copacabana, porque la huaca de Copacabana era uno de los principales centros de bendición del Sol a todas las illas para que propicien la reproducción”.

Esta tesis es respaldada por el especialista religioso Valentín Mejillones: “El Iqiqu era para el mundo andino una Jaqi Illa porque hacía que los hombres se junten a las mujeres; así podía ser una Warmi munacha (amor de mujer) o un Chacha munacha (amor de hombre)”, escribió.

Quizás por esos poderes, el Ekeko es considerado muy celoso. Según la tradición, una mujer soltera que tenga una imagen del ídolo se quedará sola porque él alejará a sus parejas. Le gusta ser el único. “Hay historias de mujeres estériles que han pedido un hijo al Ekeko y cuando han quedado embarazadas descubrieron que el que no podía concebir hijos era su esposo. No hace falta marido para tener hijos, el Ekeko estará encantado de proporcionárselos”, comenta Arandia.

Modernización del Ekeko

Durante el cerco indígena de Túpac Katari a La Paz, en la época de la colonia, la ciudad se vio totalmente desabastecida de alimentos. No obstante, en la casa del gobernador Sebastián Segurola no faltaba comida. Y aquí la historia se funde con la leyenda.

Quien salvaba al hogar criollo de la hambruna era la criada a quien abastecía su novio indígena desde el cerco. Sin embargo, cuando ella fue interrogada dijo que era el Ekeko quien le daba comida. Desde entonces, el ídolo habría adquirido el aspecto de un mestizo, a imagen de Segurola, quien decretó que el 24 de enero, día de Nuestra Señora de La Paz, se celebre la fiesta de Alasita.

Édgar Arandia explica 020la modernización del ícono andino. “El Ekeko moderno es regordete, rubicundo y alegre. Es un objeto memoria que nos remite al buen vivir. Pero es un estado al que hay que llegar a través del trabajo”.

El aspecto físico de este personaje ha cambiado a lo largo de los últimos años. Una muestra de esta transformación física, se expone estos días en el Museo Costumbrista “Juan de Vargas”. Pero, aunque se haya modificado su aspecto, no ha variado su esencia de abundancia y su fertilidad. Y los ritos que se realizaban hace miles de años se reinventan, cada año, un día como hoy, en la feria de las miniaturas.

¿En peligro de extinción?

El Ekeko ha sobrevivido durante siglos a las nuevas culturas que se impusieron Bolivia. Ahora se ve amenazado por intentos de apropiación de países vecinos.

Por ello, antropólogos e historiadores se han unido para establecer una estrategia de defensa del símbolo patrimonial boliviano. “Es la segunda vez que Perú intenta declarar que el Ekeko es suyo. Los vecinos han tomado indiscriminadamente nuestras costumbres y han robado mucho material tradicional”, manifiesta Jorge Laruta, miembro del Comité para la Defensa del Ekeko.

Para el especialista, no hay punto de comparación entre un ídolo boliviano y uno peruano. “Los Ekekos hechos en Perú tienen una cara más demoníaca y portan objetos modernos y tecnológicos como computadoras. Por el contrario, el Ekeko boliviano tiene un aspecto bonachón y regordete y acarrea objetos relacionados con el campo”, sostiene.

Por ello, si desea que su suerte florezca este año, no olvide comprar su Ekeko boliviano. Si es soltera, recuerde que tener una imagen del ídolo puede provocar que su estado civil se alargue. Y... ¡cuidado con lo que desea!, porque hoy puede hacerse realidad.

AUTOBIOGRAFÍA

“Yo, al ser una illa, generaba y multiplicaba a todos los seres del reino animal, a diferencia de las ispallas que multiplicaban el reino vegetal. Pero era una illa especial, pues llevaba como cargamento un sinfín de illas e ispalla, elementos de la naturaleza reproducidos en miniatura.

Pero ahora soy Eqeqo y los hábiles artesanos han decidido transformar mi imagen de anciano con joroba en la de un gordito con bigotes. Aunque todo esto durante largos años, ya que en la colonia muchos aymaras continuaron venerándome —sin que lo sepan los españoles—, hasta que de pronto, en el siglo XVIII, durante la administración de Sebastián Segurola (1783-1789) la fiesta en mi honor quedó fijada en el 24 de enero homenajeando a la Virgen de Nuestra Señora de La Paz, probablemente en el afán de expresar la superioridad de la religión católica frente a los cultos andinos.

Desde ese momento, mi vida es más conocida. Ha cambiado mi ropa, mi rostro y mis illas, pero lo que no cambió es que todos los paceños y paceñas, en el fondo de su corazón, me piden un deseo, y con mis poderes concedo buena producción, bienestar y fertilidad”.

Luz Castillo, investigadora del Musef.

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